martes, 15 de marzo de 2011

LA POLÍTICA DEL MORAPIO (CIFU)

Desde que la Grecia antigua con el dios Dionisio a la cabeza comenzó esa fiesta eterna que ha llegado a nuestros días, impulsada por los incombustibles italianos de la época del imperio, que se montaban las orgiásticas bacanales en las que la adoración a Baco aderezadas por el vino y las sustancias psicotrópicas que tuvieran (seguro que más de una, vaya usted a saber) acababan con más de un político resacoso convertido a poeta en una noche de desenfreno, las cosas han cambiado poco.

Claro está que todavía esa peña no manejaba el carné de conducir, pero el follón que causaban y la repercusión de tales festejos que se celebraban cinco veces al mes, dado que estamos 200 años antes de Cristo, llevó a que esas bacanales fueran prohibidas en toda Italia en el 186 a. C. por un decreto del Senado llamado Senatus consultum de Bacchanalibus, inscrito en una tablilla de bronce descubierta en Calabria en 1640, excepto en ciertas ocasiones especiales que debían ser aprobadas específicamente por el Senado, para variar.

Es aquí donde tras la “investigación antropológica” de la cosa, vemos que no hay nada nuevo bajo el sol, y que al día de hoy, precisamente en Italia bajo el basto imperio de Silvio Berlusconi las bacanales no solo han sido corregidas si no que han sido aumentadas, tanto en “calidad” como en “cantidad”.
Y aprovechando que el mediterráneo acaricia la piel de toro, no nos íbamos a quedar detrás en materia de fiesta, y por eso debe ser que tantos políticos de todas las siglas posibles caen como moscas insuflados por el morapio ante los controles de alcoholemia, o montando escándalos de motu propio. El último en aparecer ha sido el concejal del PP de Santiago de Compostela y número tres en la candidatura a la alcaldía, Ángel Espadas, que fue detenido en la madrugada del sábado cuando conducía bajo los efectos del alcohol. Según relata el atestado policial, fueron agentes de la Guardia Civil los que sorprendieron al edil durmiendo al volante, con su coche parado y encendido en el medio de la calle delante de un semáforo. O sea, un moco monumental que dio como resultado un insuflamiento de morapio de 0,79 miligramos de alcohol por litro, el triple de la cantidad permitida para conducir. Pero es que como las ironías del destino son inescrutables, la coña morapia es que el tipo en cuestión en octubre de 2008 se “coló” en un botellón organizado en el que asistieron más de 3000 jóvenes universitarios que festejaban el inicio del curso, junto con otra concejala del PP, Paula Prado (hasta sus iniciales son del PP), para hacer un “trabajo de campo” en el que se escandalizaban por lo que vomitaban, por lo que se drogaban y por lo que orinaban los estudiantes gallegos sin que la policía hiciese nada. Lo de siempre. La paja en el ojo ajeno.
Jesús H. Cifuentes - el norte de castilla-