viernes, 6 de junio de 2008

ADELANTO (CIFU)

SIEMPRE voy a menos cinco en la vida, motivo por el cual hago malabarismos con un posible retraso en mis asuntos, a los que en general llego en punto, salvo dudosas percepciones del reloj. Pero ocurre a veces, por los entresijos de la casualidad, y en muy raras ocasiones, que de repente vas con dos horas de adelanto sobre toda la trepidación de tu agenda previsible, y es cuando el cepo o la trampa están servidos.
Relajarse en época de exámenes tiene poca o mala utilidad porque a la postre acaba convirtiéndose el relajo en más estudio en pleno agosto, lo cual, los que sabemos de qué va el palo, no lo recomendamos ni a nuestros peores enemigos.
A veces las cosas son como una de esas medicinas que saben a hostias, pero que es mejor tomárselas de un trago que a sorbos. El dolor es menor o más apañado en la vida de un golpe que en cómodos plazos. Los plazos son una muerte lenta que a no ser que sea inevitable, es mejor evitar.
Pero a lo que iba. Cuando repentinamente vas adelantado a tu reloj vital, es cuando se cierne sobre ti la tormenta de todo el desastre que puedes preparar si no vas a la hora. En realidad adelantarse a lo previsto, llegar antes de tiempo a una cita, solo sirve para recalentar la cabeza y poner a punto de ebullición lo que va a ser inevitable y predecible, pero con más sangre en las venas de lo debido.
Anticiparse es recalentarse, pero a veces ese espacio temporal de la antelación nos ofrece una falsa perspectiva que incita al relajo y al descanso por el que se termina pagando una carísima factura que se acaba convirtiendo en los platos rotos de un retraso clamoroso y vergonzante, de los que no se olvidan fácilmente, o sí, si la memoria está al servicio de uno.
Yo normalmente escribo o desescribo esta columna a menos cinco, cuando la perspectiva de lo que puedo escribir está abierta de piernas, y salvo los descalabros que origino en la Redacción del periódico por ir tan al límite, puedo decir que me va bien. Ellos, la Redacción, no sé qué dirán. Creo que hay una relación de ambivalencia entre el amor y el odio ese tan en desuso.
El caso es que hoy estoy con esa perspectiva de antelación acerca de la que estoy escribiendo. He empezado a escribir antes de llegar a la cita, lo que me recuerda a mi madre, que cuando tiene una cita médica va una hora antes para mayor tortura de la misma. Creo que la mejor solución posible para la anticipación de los listillos es una buena siesta. Es lo que acaba poniendo las cosas en su sitio. Se la recomiendo.
cifu@celtascortos.com